El estrés crónico no sólo afecta a nuestra mente, sino también a nuestra piel. Cuando estamos sometidos a altos niveles de estrés, el cuerpo libera más cortisol, una hormona que acelera la degradación del colágeno y la elastina. Como resultado, la piel pierde firmeza y elasticidad, aparecen arrugas prematuras y la tez se vuelve apagada y deshidratada. Además, el estrés reduce la capacidad de regeneración celular y afecta a la barrera cutánea, aumentando la sensibilidad y favoreciendo problemas como acné, rosácea o sequedad extrema.
Otro efecto menos conocido es el impacto del estrés en la musculatura facial. Muchas personas desarrollan bruxismo (rechinar de dientes), lo que provoca tensión en la mandíbula, desgaste óseo y pérdida de definición en el óvalo facial.
¿Cómo combatir los efectos del estrés en la piel?
Bioestimuladores de colágeno como Radiesse:
Mesoterapia con vitaminas y ácido hialurónico:
Radiofrecuencia facial:
LPG Endormologie:
Masaje lifting facial japonés:
Peeling BioRePeel:
Apostar por este tipo de tratamientos es invertir en una piel sana, joven y equilibrada.
Cuidar la piel no es sólo cuestión estética, sino una forma de contrarrestar los efectos del estrés y mejorar nuestro bienestar general.